¿Celos sanos?

En el ámbito de las relaciones, oigo hablar a veces de “celos sanos”; como si los celos pudieran ser un sentimiento constructivo que manifestara nuestro amor por alguien, demostrando a través del mismo que el otro nos importa. Yo percibo ahí una noción de atadura, de posesión, una necesidad de tranquilizarse a uno mismo frente al miedo al abandono; la señal de una profunda falta de autoestima o de un sentimiento de incompletud… Los celos no tienen nada que ver, en mi opinión, con una prueba de amor, sino que se parecen más a un veneno que fuera corroyendo y pervirtiendo, poco a poco, las relaciones.

Personalmente, me cuesta, de hecho, hablar de ellos, pues me siento incapaz de experimentar el más mínimo sentimiento de celos. ¿De qué o de quién podría yo estar celoso si estoy entero y completo en mí mismo? Forzosamente, me alegra ver a una persona a la que quiero desarrollarse junto a otras personas. ¿Cómo podría, por un segundo, tener el sentimiento de poseer a un cónyuge, a un niño, a un amigo…? En este sentido, estoy en profundo desacuerdo con algunas ramas de la sicología que alaban los beneficios de unos “celos controlados”. Estos siguen siendo, en mi opinión, disfuncionales, independientemente de su grado de intensidad o perversidad.

También es cierto que resulta difícil tener una relación (en el más amplio sentido) cuando no experimentamos ese sentimiento. A menudo he llegado a perturbar a otros porque esos celos que yo no experimentaba eran percibidos como una forma de indiferencia. Recuerdo una amiga que inventaba múltiples situaciones potencialmente competitivas, para terminar sintiéndose muy mal frente a mi falta de reacción. Sin duda, buscaba tranquilizarse a sí misma a través de ese malsano jueguecito. Hace mucho tiempo, llegué incluso a intentar simular el sentimiento de celos, para de ese modo tranquilizar al otro, pero debí de ser muy mal actor.

Los celos son el síntoma de heridas personales, contra las cuales no podemos luchar, solo reconocerlas y tratarlas en su raíz. Tragarnos los celos es la peor forma de intentar liberarnos de ellos. No basta con convencerse mentalmente, racionalmente, para aligerarnos de esa carga. Es imperativo, pienso, palpar las heridas, a veces profundas, que se ocultan detrás de este sentimiento. Las personas que reúnen ese coraje se aventuran bien a menudo en un proceso ciertamente incómodo al principio, pero tan liberador, después…