La enfermedad caricaturizada

¿Es siempre la enfermedad el síntoma de una disfunción personal?

En el lucrativo mercado del bienestar, podemos encontrar numerosos “diccionarios de enfermedades” que ofrecen, por cada patología, una explicación detallada de su supuesto origen. El drama no está tanto en que existan tales obras, sino más bien en el uso escrito que se hace de ellas, y en la interpretación cuasi bíblica de numerosos lectores. Escojo un pequeño extracto, al azar… página 266 de una obra que es referencia en la materia:

PIOJOS y LADILLAS: …me siento sucia por haber tenido relaciones sexuales fuera del marco permitido por nuestra sociedad… [Jacques Martel- El gran diccionario de las dolencias y enfermedades]

¿Sería, entonces, el hospedaje de estos encantadores bichitos, exclusivo de quienes practican una sexualidad que nuestra “recta” moral desaprueba? ¡Difícil imaginar que se puedan aovar semejantes estupideces (estoy pensando en las palabras del autor, no en los insectos), haciendo pasar de esta forma al lector por un imbécil! Y es que, nuevamente… el ridículo no mata… ¡Y puede aportar ganancias!

Por supuesto, no niego que numerosas enfermedades puedan ser consecuencia de actitudes, comportamientos u otros pensamientos dañinos, pero de ahí a hacer un diccionario, con la pretensión de resumir las posibles disfunciones del ser humano en 400 páginas…

He encontrado algunas personas, al final de sus vidas, que me confesaron textualmente haberse provocado su propio cáncer a fin de huir de una situación que no habían tenido la fuerza de arreglar. Pero he visto, igualmente, a numerosas personas marcharse tras diez años de esfuerzos por comprender una enfermedad de pronóstico favorable, en la que reincidían, sin embargo, de forma sistemática; y ello, a pesar de todo lo que habían podido asimilar y cambiar en sus vidas, para facilitar su curación. No siempre es suficiente comprender para sanar. La enfermedad sigue siendo a menudo incomprensible. Por ello, encuentro caricatural la pretensión de descodificarla en semejante tono de certidumbre.

La enfermedad no es solamente una voz de alarma, sino que, a veces, es sencillamente el mejor pretexto del momento de quien se prepara (conscientemente o inconscientemente) para dejar su envoltorio terrestre, permitiéndole, de este modo, dar el gran paso. Querer interpretarlo todo lleva a la mente a un inútil sobrecalentamiento. Escuchar al cuerpo es importante, y no luchar contra él, en caso de enfermedad, lo es más, todavía. Alimentando de amor las partes heridas, podemos a menudo palpar de forma sencilla lo que está en el origen de una enfermedad. Pero, a veces, también, hay que aceptar que pueda estar ésta ligada a causas que se nos escapan, y que nos resulte, por tanto, imposible arrojar sobre ella cualquier comprensión, aunque solo fuera simbólica.