Fantasías y conspiraciones

¡Qué empacho de teorías conspirativas! Muy de moda, desde hace unos años, florecen por todas partes, y se extienden por contagio a través de la Web, que acaba siendo una excelente tierra de cultivo para todo tipo de fantasías… Las más suaves hablan de una conspiración mundial dirigida por el malvado poder capitalista, y las más locas se tornan en complot extraterrestre, controlado por alienígenas que adoptan un aspecto humano para poder infiltrarse más fácilmente en el engranaje maquiavélico del poder… ¡Menudo plan!

No es que yo no crea en los extraterrestres, puesto que yo mismo soy uno, pero encuentro que gran número de esas obsesiones acaban siendo, simplemente, paranoia. El conspiracionismo es un cáncer del espíritu que acaba matando el instante presente. Este infierno obsesivo alimenta el mundo de revelaciones, a cual más fantasmagórica, transformando cada sospecha en verdad irrefutable, desde esa necesidad visceral de comunicar, al planeta entero, la propia locura…

La manipulación existe, por supuesto, pero la mejor forma de protegerse de ella ha sido siempre la de tomar distancia. Y esta distancia empieza por no alimentar una hipotética realidad cubriéndola con todo tipo de fantasías humanas. La vigilancia y el discernimiento nos permiten, de un modo sencillo, relativizar y no dejarnos llevar por la ola conspiracionista. Por lo demás, la indiferencia sigue siendo la mejor forma de no avalar un sistema, y sobre todo, de no perderse en los meandros tortuosos de una mente obsesionada.

El ser humano se crea su propia realidad. Dispone de esa capacidad plena de construir su felicidad, pero puede asimismo crearse sus peores tormentos. Casualmente, los buenos cristianos, alimentados con el miedo al infierno, terminan por creárselo de forma muy concreta en su vida cotidiana. Condicionarse a sí mismo como pobre pecador hace de uno un ser miserable. Las personas obsesionadas por la magia negra se declaran víctimas de la misma a lo largo del día, mientras que las ajenas a este concepto no la sufren en absoluto. Y los hipocondríacos terminan por crearse sus propias enfermedades, de tanto vegetar en sus obsesiones… Tantas situaciones que demuestran que nuestros miedos son potentes creadores…

En lo que a mí concierne, no estoy aquí para salvar al mundo, ni para deshacer complots, sino para aprender y experimentar lo que la vida tenga a bien ofrecerme. Cruzo esta existencia respetando lo más que puedo esta tierra que me acoge, y a los seres con los que me cruzo; ofreciendo algo de mí, al pasar, convencido de que cada ser humano experimenta lo que elige vivir, en una lógica que no está en mi poder comprender o gestionar. Así, cada uno es libre: la víctima critica a su verdugo, el salvador alimenta su ego, el conspiracionista cultiva el miedo, y el ser consciente crea su propia realidad. Desde esta visión de la existencia, yo puedo ser yo, aquí y ahora, víctima de nadie, ni de ningún sistema.