Nacer y morir: sinónimos

El nacimiento y la muerte son las dos etapas ineludibles que balizan nuestra experiencia terrestre actual. Ambas se vuelven sinónimos desde el momento en que aceptamos afrontarlas como un pasaje, una transición. En la observación de las dos etapas, solo el punto de vista difiere. El sol que vemos ponerse aquí sale al mismo tiempo en otro punto de la tierra. Así el final se encuentra con el principio, ofreciéndonos dos visiones opuestas de una misma realidad.

solLos principales males que atormentan al ser humano se deben, directa o indirectamente, al hecho de que se haya perdido de tanto querer identificarse con su cuerpo físico, y de tanto existir solamente a través de él. Ha olvidado que la encarnación es una etapa y no una finalidad, una inmersión pasajera en la fisicalidad. Por supuesto, nuestro recorrido terrestre requiere a veces que vivamos plenamente en la materia, pero siempre con esa conciencia de que nosotros no somos este cuerpo que habitamos, que este es solamente el vehículo prestado en el transcurso de una vida.

En nuestras sociedades degenerantes, el ser humano pasa la mayor parte de su tiempo evitando el tema de la muerte, como un tema malsano, diciéndose que el momento de enfrentarla llega de por sí demasiado pronto. He aquí un error magistral, pues es simplemente imposible vivir sana y plenamente desde el momento en que no podemos mantenernos serenos frente a ese vencimiento que nos concierne a todos. Cada ser puesto en el mundo está condenado a morir desde su primer aliento. Dar la vida es también engendrar una muerte venidera. La una es completamente indisociable de la otra. ¿Lo habías pensado?

Si esta perspectiva te desestabiliza o te angustia, puedes huir de ella como muy bien lo hace la mayor parte de la humanidad. Entonces, tu paso por la tierra será una etapa penosa desprovista de sentido, durante la cual te esforzarás vanamente en frenar el tiempo que pasa, refugiándote en las apariencias, en la nostalgia de una juventud pasada, en la negación de un fin inevitable que puede llegar en cualquier instante… Incluso las religiones te sobrecargarán añadiendo una dosis de frustración y de culpabilidad, volviendo tu existencia un poco más miserable todavía, en la promesa condicional de una salvación exterior…

Pero puedes también abordar esta realidad no como un tabú, sino como una etapa llena de sentido, limitada a la escala del tiempo terrestre. La conciencia de existir intemporalmente, universalmente, más allá de nuestra condición actual, está más o menos sepultada en cada uno de nosotros, y solo pide emerger. Para ello, debemos simplemente ofrecerle un mantillo favorable y aceptar que pueda cambiar nuestra forma de aprehender la vida. No hablo aquí de adherir a una creencia o a un concepto espiritual cualquiera que atiborre la mente, sino de conectar con esa realidad profundamente enterrada en el interior de uno y parcialmente anestesiada por nuestros múltiples condicionamientos y extravíos.

Este despertar no tiene como finalidad desarrollar una tolerancia frente a la muerte, sino más bien inclinarnos a percibirla como un paso profundamente jubiloso, al igual que el nacimiento. No se trata de tener prisa por morirse, sino de estar preparado para morir, lo que es esencialmente diferente. Solo entonces puede instalarse una felicidad auténtica, ya que no depende de nadie ni de nada de cuanto podamos estar separados. Conectados a nuestra esencia, ya nada de lo que podamos atravesar será grave. Cada experiencia terrestre puede ser entonces vivida a la vez intensa y livianamente, siempre en la conciencia de que no nos reducimos a aquella.